sábado, 14 de julio de 2012

La petite mort



Se encontraba sentada en el comedor de su departamento, una luz mortecina caía sobre la mesa y no era lo suficientemente fuerte para iluminarle el rostro por completo. Encendió un cigarrillo y durante un breve instante se pudieron observar sus facciones delicadas; al soltar la primera bocanada de humo comenzó a hablar:

“Nuevamente pequé, no lo pude evitar, prometí no caer nuevamente en la tentación pero ayer mi cuerpo cedió. Anoche fui al bar de siempre, estaba harta de la rutina y necesitaba un trago para relajar mi cuerpo y así poder dormir tranquilamente durante toda la noche. Al llegar observé que no había mucha gente, sólo dos pequeños grupos que hacían un ruido ensordecedor, decidí seguir de largo hasta que algo atrajo mi atención: él. Un hombre de treinta y tantos años, con un mentón firme, una sonrisa perfecta y unos ojos que hipnotizaban; sentí un ligero estremecimiento recorriendo todo mi cuerpo, pero recordé mi promesa; esbocé una ligera sonrisa y fui directamente a la barra a pedir una bebida.

Mi atención se enfocó en trivialidades, comencé a pasear la mirada por los estantes llenos de licor, sólo iba por un trago y después a casa para dormir, lo necesitaba. De pronto, por el rabillo del ojo, alcancé a ver una silueta que se acercaba hacia mí, decidí no voltear y justamente cuando recobraba la postura y regresaba a mi anterior estado de introspección, sentí un aliento cálido en la nuca y una voz grave que preguntaba mi nombre.

Al girar la cabeza observé que era él, lo tenía a diez centímetros de mi cuerpo y nuevamente me estremecí, como autómata le regalé una sonrisa y a cambio pude observar cómo sus ojos color avellana se iluminaban; preguntó nuevamente mi nombre e inmediatamente se lo di, intercambiamos algunas palabras y se sentó junto a mí para charlar. Me dijo su nombre y me contó que estaba en el bar bebiendo porque  su mejor amigo se casaba al día siguiente; mientras lo escuchaba lo observaba atentamente, era el tipo de hombre que me gusta: alto, de espalda ancha, cabello ensortijado color miel, antebrazos sólidos  y unos glúteos firmes. Mi cuerpo comenzó a traicionarme, sentía el corazón palpitando aceleradamente, las manos comenzaron a sudarme y de una manera directa y sin tapujos se lo dije " Vámonos de aquí, este lugar es muy ruidoso y quiero estar a solas contigo".

Pensé que me miraría sorprendido y que comenzaría a balbucear, cuál sería mi sorpresa al ver que se adueñó de la situación, me tomó de la mano y mientras se despedía de sus amigos abrió la puerta del bar para que yo pudiera salir. Tomamos un taxi y nos dirigimos a su departamento.

Durante el trayecto seguimos charlando tranquilamente, pero sabía perfectamente que la tensión sexual comenzaba a liberarse y una vez dentro de su casa explotaría. Llegamos al lugar, me ayudó a bajarme del auto, abrió la puerta del edificio, subimos el ascensor y me indicó cuál era su departamento; una vez dentro, tomé asiento mientras él se dirigió a la cocina para sacar una botella de vino tinto, tomó un sacacorchos que estaba cerca, destapó la botella y sirvió dos copas, al entregármela nuestras manos se rozaron levemente y sentí como si pequeñas ondas eléctricas recorrieran nuestros cuerpos.  

Mientras bebíamos comenzó a describir lo que sintió al verme entrar al bar, dijo que no pudo evitar mirarme fijamente y deleitarse con mi rostro y mi cuerpo, entonces lo supe, este hombre representaba mi perdición, verlo a los ojos y al mismo tiempo escuchar su voz provocaba que cayera en un estado de semiinconsciencia.

Y sucedió, sin ningún aviso comenzó a besarme, en ese instante comprendí que todo estaba perdido, mi promesa iba a terminar hecha añicos, desde el inicio supe que no debí de haber ido al bar, ahora, por un poco de licor, el esfuerzo de meses se iba a la basura. No pude pensar más, sus labios y sus manos lograron que olvidara todo y en ese momento me abandoné al placer, su lengua jugaba con la mía, de pronto se alejaba y mientras sus manos apretaban mis senos sus labios descendían para rozar mi cuello.

Las copas de vino terminaron hechas pedazos en el piso, él me levantó para llevarme a su cuarto pero entendí que necesitaba hacerme cargo de la situación, lo alejé y me dirigí caminando provocadoramente a la cocina, se abalanzó sobre mí para continuar tocándome pero lo detuve, le pedí que se sentara en una silla del comedor, simplemente sonrió y sin objetar lo hizo; me quité la blusa y la ocupé para amarrar sus manos. “Nunca había intentado esto pero sé que me gustará” me dijo mientras reía, sonreí, lo besé apasionadamente y terminé de desnudarme; me acerqué lentamente hacia a él, gateando para que pudiera admirar mi cuerpo que sumisamente le ofrecía. Todavía hincada comencé a desabotonar su pantalón, se lo quité para después continuar con sus bóxers, al hacerlo su miembro duro salió a la luz, lo tomé cuidadosamente entre mis manos y casi con ternura lo introduje a mi boca mientras lo veía a los ojos -a lo largo de los años he aprendido qué es lo que satisface a los hombres-, cerró los ojos y comenzó a gemir preso de la excitación del momento, mientras tanto yo sentía como ese miembro hirviente comenzaba a crecer a causa de las caricias orales que le proporcionaba. Al notar que él se encontraba listo fui a la cocina, me miró sorprendido pero sonriente, comencé a buscar entre las gavetas y encontré lo que buscaba.

Noté que su sonrisa desapareció en cuanto lo vio: un cuchillo largo y bastante afilado reposaba entre mis manos, me acerqué a él blandiendo esa arma mortal; primero rió, pero al ver que yo no reía comenzó a asustarse. Me pidió que bajara el cuchillo, al no obtener respuesta balbuceó que lo soltara, llegué hasta él y me senté en sus piernas, observé con agrado que su erección apenas había disminuido, comencé a deslizar con cuidado el cuchillo por su cara con una mano, mientras con la otra levanté su rostro para acariciar su cuello y sentir sus venas hinchadas por el exceso de sangre provocado por el miedo; trató de empujarme, logré aferrarme y se detuvo en el instante en el que sintió la fría hoja de acero posándose en su yugular, tartamudeó y suplicó por su vida.

Mi excitación aumentaba cada segundo, sentía como mis piernas comenzaban a humedecerse cada vez más, abrí un poco más su camisa y me deleité con su pecho duro, pasé mi lengua por su cara y en ese momento el cuchillo bajó; su camisa se abrió por completo y acompañé el movimiento con mis caderas para poder ser penetrada fuertemente. Mis brazos se enroscaron detrás de su nuca y comencé a menearme; liberado del miedo él comenzó a disfrutar de lo que estaba haciendo, miré sus ojos y lo entendí: éramos un solo ser.  Sus gemidos eran cada vez más fuertes.

Lo abracé con fuerza anticipándome al maravilloso orgasmo que se avecinaba, su cuerpo se tensó, por mis senos resbalaban grandes gotas de sudor que caían al piso, arqueé mi espalda y mientras cedía ante el orgasmo deslicé el cuchillo por su cuello. Mi cuerpo y mi mente se dejaron llevar por el paroxismo al cual me enfrentaba, mi cara y cuerpo eran salpicados por la sangre sin que quisiera evitarlo. Su cuerpo se movía espasmódicamente, un temblor se apoderaba de él pero su miembro seguía firme.”

Se levantó de la silla mientras apagaba el cigarrillo -siempre se ha dicho que el orgasmo es una pequeña muerte y como ésta es única e irrepetible, creo que es cierto, existe en este evento una grandiosa oportunidad para conocer el abandono del cuerpo y la mente, tal vez es cierto que es única e irrepetible, pero yo he experimentado esta muerte una y otra vez y ya no puedo parar. Nuevamente pequé, no lo pude evitar, prometí no caer nuevamente en la tentación pero nunca volveré a hacerlo-.  Esto fue lo último que su nueva pareja pudo escuchar mientras moría. 

viernes, 13 de julio de 2012

Futuro

Para dormir.
No hagamos ruido, dejemos que todo vaya hacia donde tenga que ir.
El pasado se fue.
El presente no existe, es simplemente el futuro seccionado en partes ínfimas.
El futuro es algo imposible de controlar.
El tiempo en sí es imposible de comprender.
No concatenemos momentos medidos en el tiempo, mejor intentemos medir todo en el espacio.

Honestidad

Soy un hombre terriblemente preocupado, sufro de migrañas constantes por pensar en exceso todo lo que (me) pasa; algunas ocasiones dejo de lado la parte analítica y decido concentrarme en lo emocional, es entonces cuando mi estómago duele, cuando las lágrimas corren o las carcajadas retumban.

Lamentable, o afortunadamente, no conozco eso que la gente llama punto medio, no suelo ver "escalas de grises" cuando de mi vida se trata; soy impaciente, me interrogo en demasía, soy el peor crítico de mis acciones y pensamientos.

No me entiendo y eso no debería de preocuparme, podría dejar que la vida me lleve, ser arrastrado por la corriente y dejar que las cosas sucedan, pero no puedo hacerlo, no puedo permitírmelo -ahí radica la mayor parte de mis problemas- no puedo permitirme muchas situaciones.

Algunas personas me recomiendan, con palabras suaves y dulces -o bien con gritos-, que disfrute, que viva lo que la vida me da; eso es imposible, mi carácter contradictorio no me lo permite, sin embargo suelo quejarme de lo efímero de los instantes. No quiero que la vida se vaya, quiero que las cosas permanezcan, sin embargo me esfuerzo todos los días para que mi negación se convierta en una acción afirmativa.

Hoy me definí como un adicto del segundo, apasionado de los instantes explosivos, obseso de la chispa que te proporciona la adrenalina que una acción, medida en una ínfima línea de tiempo, te puede proporcionar.

No puedo aceptar lo eterno, no me permito abrazar lo constante y estable, en mi contradicción amo el instante pero la única manera en la que lo acepto es a través de la continua expansión del instante en sí, no del lógico desarrollo del mismo.

En definitiva -y haciendo un ejercicio de honestidad- creo que sufro de aburrimiento crónico y rechazo a lo estable. Abrazo el caos -como lo hago todos los días y noches de mi vida-.






Letras ajenas

En mi vida el proceso de retroalimentación siempre ha sido importante, hace unos minutos viví una experiencia maravillosa, verme a través de los ojos de alguien más. A continuación me presento desde la perspectiva de otra persona:

"Eduardo, tu sensibilidad puede captar a la perfección a las personas, muchos podrán pensar que eres raro y complicado, pero esto te orilla a cuestionarte y encontrar significados genuinos de las cosas, por ello también rechazas a la gente superflua que sólo quiere aparentar. 


La intensidad y pasión con la que vives te hacen vibrar y rechazar la mediocridad, la vida trivial y a las personas aburridas; tienes el don de la palabra, logras expresar lo inexpresable y no sólo de manera verbal, también escrita y lo mejor de todo es que hablas con el corazón. 


Tu hipersensibilidad te permite ser una persona cálida, empática, realista y muy intuitiva, puedes ayudar a guiar a los demás en momentos de dolor y desesperación ya que conoces en carne propia toda esa gama de sentimientos que van desde el más profundo (sic) dolor hasta la alegría más intensa.

Todo esto sumado a tu intensidad en las conversaciones, tus lagrimas espontáneas, tus locuras, (...) tu espíritu rebelde libre para pensar y actuar, tu lado soñador, idealista, profundo te hacen una persona encantadora y sumamente (sic) auténtico.


Irónicamente esos extremos emocionales te hacen sufrir mucho o (sic) sobre cargarte de energía , en ocasiones te vuelven quejumbroso y severo, logrando agotarte mucho(...).



Cuando estás relajado eres más intuitivo, creativo, tus emociones se equilibran, actúas con más cabeza y ves todo con mas claridad, incluso disfrutas más de los placeres simples de la vida, además de que tu sonrisa y tu felicidad (sic) es contagiosa".



martes, 27 de marzo de 2012

Dejando el suelo

Ideas aisladas, sin un desarrollo posterior:

- Hay muchas personas que te quieren, por qué llorar a quien no lo hace
- Enano y yo juntos contra el mundo
- Tu felicidad no me afecta
- Mi fuerza crece cada día más
- No cedo
- No amerita ninguna palabra
- Soy Eduardo
- Una sonrisa de mí para mí
- Soy importante
- No estoy solo, siempre me encuentro acompañado
- Me reconstruyo
- Actúo como nunca antes lo había hecho
- Rompiendo a Eduardo para crear a Eduardo
- Tengo debilidades
- Soy humano, no un dios
- Falibilidad
- Aceptación de mi actual situación
- Búsqueda de la comprensión individual
- Aprendo a vivir el autocontrol a pesar del vacío en el estómago
- VIVO
- Las personas se van, no por mí, más bien por que así lo desean
- Siempre hay que buscar el bienestar propio
- El pasado está atrás, yo sigo avanzando
- No debo reírme, sin embargo no puedo evitar hacerlo
- Respiro
- Existo
- Soy
- Seré
- Dejaré de ser
- Quien está en mi presente, estará en mi futuro
- Vuelo
- Sean felices
- Cambié para bien

Me destrocé, hoy vuelvo a unir las piezas

sábado, 28 de enero de 2012

Letras con odio, pasión y tristeza

Durante casi tres años pensé que una vez llenando mis vacíos materiales todo mejoraría, a partir de que mi vida se cayó, hace casi un año, sentía -con una certeza que sorpendería a más de uno- que lo que realmente necesitaba era rellenar ese hueco a como diera lugar ya que al hacerlo, mi vida cobraría nuevamente sentido y las sonrisas aparecerían inmediatamente.

Hoy es un sábado gris, de hecho ha sido una semana negra, y caí en cuenta de que precisamente mis ideas acerca del bienestar eran totalmente equivocados. La tristeza no se ha ido, permanece como lo hace el maldito polvo que últimamente no puedo quitarme de las manos, como si quisiera recordarme -burlonamente- que todavía está ahí.

Las letras siempre vienen a mi cabeza, en esta ocasión me sirven para embellecer algo totalmente horrible: mi tristeza y odio hacia una vida que tal parece me muestra el lado más oscuro, una vida que me ha permitido levantarme únicamente para hacerme caer más fuerte, una vida que día a día me echa en cara cada una de las decisiones equivocadas que he tomado.

Actualmente estoy lidiando con una realidad aplastante: la gente se va. No puedo negar que he conocido personas maravillosas en últimas fechas, sin embargo, la gente que se fue tenía un papel sumamente importante en mi existencia y, como si de un muerto se tratara, a veces los lloro y los recuerdo por horas que normalmente se convierten en días. Esos recuerdos son terriblemente vívidos y suelen aparecer ocasionalmente -más en últimas fechas- para hacerme perder el control de una vida ya de por si complicada.

Nada permanece, todo cambia y, como Fausto, a veces pido que el instante se detenga, se paralice y me permita mantener una sonrisa que no sea simplemente una mueca rota, una máscara que cada día se resquebraja más así como lo hace mi cerebro o mi "alma" por tratar de comprender qué está sucediendo.

Estoy cansado, harto de no poder sonreir, de no poder disfrutar lo que tengo, precisamente por que aquello que no está en mi vida tiene una importancia enorme. Y hoy, un sábado gris de una semana negra, sólo espero -desde mi tristeza y odio- que esta estúpida vida brille un poco, al menos para darle un poco de luz a este ser que está desesperado por tanta oscuridad.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Kafkiano

Esta entrada es por ti, por tu arrogancia y tu soberbia.

Durante meses he callado, he tenido que morder mi lengua para que el veneno que guardo en mi ser no salga cada vez que te veo, te escucho o simplemente te recuerdo. Tu olor y tu voz se han convertido en lo que más odio.

De ti heredé el físico, me enseñaste a ser arrogante y agresivo -defectos que ahora odias con cada fibra de tu ser- pero nada más. Mis recuerdos junto a ti siempre han sido desagradables, un velo compuesto de resentimientos siempre estaba presente, aún en los momentos buenos; nunca lo pude evitar simplemente recordaba todas aquellas cosas que no debías de hacer o esas que aún teniendo que hacer pasabas por alto.

He tratado con todas mis energías no decirte nada, es bastante complicado hacerlo pero he entendido que para ti la única verdad es la que tú haces día a día, no importa que psicológica, filosófica o humanamente no tengas la razón, si los conceptos no concuerdan con tus ideas simplemente es cosa de estúpidos o de charlatanes como te gusta decirles a aquellos que saben más que tú.

Ahora he comprendido que no puedo entenderte y esto no es por la profundidad de tus pensamientos sino precisamente por la falta de esta. Simple y llanamente puedo decir que eres un pendejo, así nada más un P E N D E J O, debe de ser fuerte que un ser que ayudaste a crear te cosidere poco menos que basura o bien como aquella palabra que tanto aborreces y que define perfectamente tu ser: MIERDA.

Desearte la muerte sería el peor error que podría cometer, en su lugar te deseo que vivas durante muchos años para que así, durante cada segundo de tu miserable existencia te des cuenta de lo poca cosa que eres en este mundo.